Cuando decidí hacerme con la novela que inicia la saga de Dexter reconozco que me debatía entre el escepticismo y la curiosidad: pensaba que no me iba a aportar demasiado pero quería ver cómo se desarrollaba en relación a la serie. Ahora, unas horas después de haber cerrado el tomo tengo aún esa sensación de pena que nos inunda cuando un buen libro se termina. La lectura de Dexter. El oscuro pasajero ha sido enriquecedora, emocionante y, además, me ha aportado nuevas perspectivas que me hacen valorar aún más si cabe la serie.
En lo literario es una buena novela escrita con pulso, habilidad para el suspense y muy rica en los pequeños detalles, y su adaptación para la televisión es, en lo esencial, perfecta. Con esto no quiero decir que la serie sea un calco, que no lo es, y éste es el aspecto más positivo de esta lectura: la posibilidad de comparar cómo la narración se adapta a la televisión y se enriquece con nuevos aspectos. Jeff Lindsay, el autor, está muy contento con cómo se han desarrollado las cosas y de hecho figura como guionista de la serie. Podéis verle en la foto de arriba abrazando a los Morgan.
La primera temporada de ‘Dexter’ y ‘Dexter. El oscuro pasajero’ van prácticamente a la par en lo que a tramas se refiere (aunque no del todo y hasta aquí puedo leer, que no quiero destrozaros el libro, por si se os ocurre echarle un ojo). Lo que más me ha gustado ha sido comprobar cómo en la novela los personajes son más oscuros y la falta de humanidad de Dexter es una constante. Sus diálogos con su oscuro pasajero son más evidentes que en la serie y su relación con el resto de personajes viene marcada por su frialdad, sí, pero también porque los demás son una pandilla de mediocres. El contraste entre Dexter y su entorno es mucho más evidente que en la serie, en la que de alguna manera tiene algún amigo. Aquí está solo.
En la serie hay tramas que no pertenecen al libro y comprobar esta bifurcación me hace entender y valorar más el trabajo de los guionistas. Cómo explicarlo sin desvelar nada y sin que este comentario no parezca un jeroglífico. La adaptación ha enriquecido el universo de Dexter de la mejor forma posible: partiendo de todo lo bueno de la novela y sumándole las posibilidades de la televisión. Lo que en la novela son destellos que ensalzan su calidad literaria, en la serie se convierten en elementos determinantes que guían la historia por sus propios derroteros y que llevan a un final diferente, pero no demasiado, que permite a los guionistas pensar en las sucesivas temporadas sin sentirse lastrados por el peso de la historia original.
Me gusta más la Deb de la novela pero eso es fácil porque la de la serie no me gusta demasiado. Me da la sensación, en este caso, de que se han sacrificado algunas de sus características literarias más esenciales en pro del desarrollo de la serie y lo comprendo: habría sido incompatible que en una serie de televisión como ésta hubiesen dos protagonistas en lugar de uno. La presencia de Rita es mucho más relevante en la serie y también es lógico porque simboliza una fachada que en la novela se muestra en pequeños detalles que son demasiado nimios para la televisión. El personaje de Harry, el padre, es una daptación muy fiel en todos los sentidos. Pero desde mi punto de vista la que se lleva la palma es LaGuerta, que en la novela es un personaje mucho más odioso. Me atrevería a decir que algunos rasgos de su carácter en la novela se han utilizado para escribir el personaje de Doakes para la televisión, un secundario muy episódico en el libro.
La luna llena, el frío, el mar, la noche…, son personajes esenciales de la novela y dictan muchas veces cómo suceden las cosas. El ambiente es el reloj que marca el ritmo de las cosas pero ese cronómetro interno del personaje se estropea y es entonces cuando Dexter, más humano que nunca, hierra yerra. De su error, de su delirio, surge una línea que se ha perdido en la serie pero que me ha dejado muy intrigada y que no voy a tener más remedio que leer. Si bien en la serie da la sensación de que Dexter lo tiene todo pensado, en la novela aparece más claramente como un paranoico que oye voces. La voz de su oscuro pasajero, que en la serie aparece a veces como un divertimento, en el libro le atormenta, le obliga, le guía. No quiero ni pensar qué habrían dicho los que creen que la serie es violenta si se hubiera adaptado el personaje de Dexter tal cual es.
En resumen, que si os gusta la serie, os gustará la novela. Y si os gusta la novela negra, ‘Dexter. El oscuro pasajero’ también es una buena lectura, independientemente de la serie. Pueden valorarse por separado pero en mi caso el libro no ha hecho sino aumentar mi devoción por la serie y por ese universo en el que un raro, un pirado, tiene más atisbos de cordura que todos los demás juntos. ¿Empatizar con este psicópata es malo? No, siempre y cuando no tengas nada que ocultar.