Fringe ha sido la primera serie en abandonarnos por el parón navideño. La serie de Fox regresará el día 20 de enero.
Está claro que Fringe ha sido una de las grandes triunfadoras de esta temporada televisiva. Por supuesto, esto no es decir mucho, ya que esta temporada es una de las más flojeras que recuerdo. Yo le he cogido cierto cariño a la serie, aunque la visiono como un filler cualquiera, como algo que no me molesta y hasta me relaja, pero que no pierdo mucho tiempo dándole vueltas ni la espero mordiéndome las uñas de los pies.
Aprendida la lección con Lost, JJ Abrams utiliza el recurso de los ultra-misterios y las conspiraciones mundiales de empresas malvadas para mantener al público enganchado a la serie aunque creo que con Fringe ha rizado el rizo. Si con Lost, los espectadores nos convencimos de que muchas preguntas serían contestadas a su debido momento, en Fringe los cabos sueltos son más numerosos y más rocambolescos todavía. A pesar de que me digan que todo está relacionado con El Patrón, soy incapaz de recordar cuantas pájaras me han intentado colar ya. Llega un momento que ya nada tiene sentido para mí y la serie se convierte en una drama procedimental más, con sus casos semanales, sus bromas walterianas recurrentes y su oliviadanam efbiai.
Dentro de este batiburrillo de conceptos sobrenaturales rozando la locura, encontramos la figura de El Observador. Cuando apareció el personaje en el cuarto episodio de la serie, pensé que quizá aún había esperanzas para la coherencia de todos esos absurdos, pero después no apareció más. ¿O sí? Porque resulta que este hombre ha aparecido en todos y cada uno de los capítulos de la serie. Porque, claro, todo está relacionado con El Patrón.
