Comienzo confesando que no soy ningún fan de los comics, de las historias de zombis y ni tan siquiera de las historias de terror, sangre y violencia, por lo que a priori, ‘The Walking Dead’ podría considerarse una serie que no está hecha para mí. Pero lo bueno de la serie (o siendo estrictos, de este episodios piloto) es que, sin dejar de integrar todos estos elementos, la historia trasciende más allá de los tópicos del género y se centra en el afán de los personajes por sobrevivir en un mundo apocalíptico.
El piloto de ‘The Walking Dead‘ es una maravilla, con todas sus letras. Ni su larga duración (70 minutos), ni la escasez de protagonistas o la casi total ausencia de diálogos hacen mella en una historia que tiene su mayor baza en la narración visual, con un ritmo lento pero ágil que permite ir asimilando poco a poco lo que ha ocurrido. Y sin ningún tipo de prisa, el argumento de la serie y también su protagonista nos arrastran irremediablemente a una trama que engancha desde el principio.
Los primeros minutos del piloto pueden resultar un poco típicos; los espectadores sabemos de sobra que estamos ante una historia de zombis en un mundo que ya no es el que era, por lo que comenzar el episodio mostrando el fuerte de la serie resulta un poco innecesario. Aun así, viene estupendamente para entrar en materia, y para dejar claro el tono que seguirá en la hora siguiente; lento, confuso y, sobre todo, duro y violento. Con esta entrada queda bastante claro el esquema narrativo, y aquellos que no soportan la sangre y las vísceras saltando por ahí, pudieron bajarse a tiempo (aunque estoy seguro de que fueron pocos).
‘The Walking Dead’ nos presenta a Rick Grimes, un policía norteamericano que, tras recibir heridas de bala en una persecución, se despierta en un hospital para encontrarse con un mundo arrasado lleno de cadáveres. Su confusión ante lo que se encuentra es idéntica a la del espectador, y que tanto el protagonista como los que estamos al otro lado de la pantalla vayamos descubriendo en conjunto lo que ha ocurrido es un punto a favor de la serie. Comienza entonces la búsqueda desesperada de su familia, que le traslada hasta Atlanta, donde se ha creado un campo de refugiados.
Y desde estos minutos iniciales, la serie se nutre por encima de todo de la brillante puesta en escena y de los planos que el director, Frank Darabont, nos regala. Todo está pensado al milímetro y cada detalle es cuidado al máximo, por muy duro y violento que pueda resultar; en este sentido, me gustaría destacar la escena en la que Rick dispara a un zombi tras la verja, exponiendo sin música y sin ningún tipo de artificio la agonía del “ser viviente” sin caer en el dramatismo violento tan típico del género.
Otra cosa que quería destacar es el trato que se da a los zombis como víctimas de su propia maldición; lo hemos visto en varias ocasiones, como en la escena donde Morgan intenta disparar a su mujer para sacarla de su estado zombi o en aquella donde Rick se compadece de la zombi sin piernas que se encontró tras salir del hospital. Ambas secuencias aparecen narradas de forma simultánea, y hacen olvidar por un momento que estamos entre criaturas peligrosas a las que hay que evitar. Nunca un monstruo tan horrendo despertó tales niveles de tristeza y compasión en el espectador.
La primera temporada de ‘The Walking Dead’ se compone de tan sólo seis episodios (la season finale se emitirá el próximo 5 de diciembre), y tras el episodio piloto no se sabe muy bien qué derroteros seguirá la serie a partir de ahora. El primer episodio está muy bien como exposición del marco y del argumento, pero ahora toca establecer un rumbo definido que enganche definitivamente al espectador. AMC no lo tendrá difícil; 5,3 millones de personas sintonizaron el canal la noche de Halloween para ver el capítulo, convirtiéndose en el estreno más visto de la historia de la cadena y de los canales de cable en lo que va de año. Con estos datos, la confirmación de una segunda temporada por parte del canal (de momento sólo tenemos la palabra del director) es cuestión de tiempo.