Tras el fin de la pasada temporada de ‘House’, con su protagonista ingresando en un hospital psiquiátrico, varias dudas se presentaban sobre cuál sería el nuevo destino de la serie, y muchos aventuraban un cambio de estilo que abandonaría el género procedimental para centrarse más en la evolución del Dr. House.
Y efectivamente, tras la emisión del primer capítulo de la sexta temporada, parecía evidente que la serie adoptaría un camino más serializado de lo que habíamos visto hasta el momento; sin embargo, los problemas psiquiátricos de Greg apenas permanecieron unos cuantos capítulos y, actualmente, a mitad de temporada, pueden considerarse casi extinguidos. House retomó su vida en el hospital y su actitud irónica, con casos clínicos rebuscados que son el centro del argumento de cada capítulo; pero aun así esta sexta temporada nos está dejando historias secundarias de más largo recorrido que intervienen de una u otra forma en la evolución de sus personajes.
Siempre me ha gustado la dualidad moral que plantean muchos de los capítulos de House, y esta nueva temporada nos ha traído un tema muy polémico. ¿Merece ser curado un dictador que, tras su recuperación, será responsable de la muerte de miles de personas? El caso Divala al principio de la temporada hacía pensar al espectador sobre esta posibilidad, que fue asumida de distinta forma por el equipo de médicos y que se resolvió, finalmente, con la muerte del dictador a manos de Chase.
Los problemas morales y legales surgidos a raíz de este hecho fueron abordados en capítulos siguientes, y terminaron finalmente con la separación de Chase y Cameron y el abandono de esta última, tanto de su trabajo como de la serie. Desconozco si tendremos nuevas consecuencias sobre este caso en capítulos posteriores, pero creo que este tema da mucho juego y no han sabido aprovecharlo más allá de unas minucias legales y unos problemas sentimentales para Chase que poco tardaron en resolverse.
Esta sexta temporada también ha sido testigo de otra de las convulsiones en la plantilla de médicos de House, que en pocos capitulos ha visto la marcha de Taub y de Trece, la incorporación de nuevo al equipo de Chase y Cameron, la marcha de esta última y la vuelta una vez más de los dos primeros, conformando un equipo de cuatro médicos que tiene pinta de ser el definitivo, aunque desde luego no el más atractivo. La relación de Trece y Foreman, que parece volver a recuperarse, me resulta poco creíble e innecesaria; además siempre defenderé que Amber debería haber permanecido y también se necesita una figura femenina que mantenga tensión, sea del tipo que sea, con House. El equipo actual me resulta demasiado plano.
Todo lo contrario que los otros secundarios, Wilson y Cuddy, que están teniendo bastante protagonismo. El altruismo del primero pudimos verlo en el capítulo que lleva su nombre, “Wilson”, como título, en que decide donar su riñón a su paciente y a la vez amigo, aunque sólo sea “amigo de caza”. La diferencia de criterios entre Wilson y House sobre lo acertado o no de su decisión resulta fascinante, y el momento cumbre en que House afirma que “Si te mueres, me quedaré sólo“ fue legendario, denotando que bajo esa dura fachada también existe el miedo a la soledad. Además de ello, parece que Wilson tendrá un lugar destacado en los próximos capítulos, con la llegada de su ex-esposa.
Pero ha sido la relación de Cuddy con House y la aparición en escena de Lucas la que más se ha desarrollado hasta el momento, aunque de una manera no demasiado favorable hacia House, a quien hemos visto con altibajos en su relación con ella y con su otrora detective privado. Muy destacable el momento de Greg borracho en el sofá confesando a Lucas sus sentimientos hacia Cuddy; está sensiblón el médico esta temporada…
Y precisamente Cuddy ha sido la responsable de cerrar la etapa previa al parón por los Juegos Olímpicos de Invierno, con un capítulo centrado en ella que abandona el ritmo de narración típico de la serie. En esta ocasión no existe ningún enfermo, aunque de forma metafórica podríamos decir que el paciente es el propio hospital, y el centro de la trama pasa a girar en torno a la directora del Princeton-Plainsboro en su lucha por mantener a flote el hospital. Un episodio magistral diferente a lo que hemos visto hasta ahora en ‘House’, con un ritmo frenético, y que demuestra la calidad e importancia de los secundarios en esta serie.
En definitiva, House ha vuelto a ser lo que era. Hubiera sido muy interesante seguir con más detalle la evolución cognitiva y conductual que se nos presentaba en el primer episodio, así como la relación de Greg con Lydia, que no pasó más allá de la premiere; sin embargo, los responsables de la serie no han desarrollado este amago de cambio y han preferido conservar los principios de la serie y continuar con el género procedimental. Aunque eso sí, esta vez sin Vicodina de por medio.