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27 de marzo de 2013

Por qué 'The Good Wife' es uno de los mejores dramas de la televisión

Siempre que se habla de las mejores series de la televisión, es muy raro que la lista se salga de los productos del cable. ‘Mad Men’, ‘Breaking Bad’, ‘Juego de tronos’, a veces ‘Justified’ y hasta ‘The Walking Dead’ encabezan siempre las preferencias de los críticos cuando se ponen a hablar de los ejemplos de la calidad en la ficción televisiva. Pero en medio de esos pesos pesados no es raro que se cuele una serie de network, y no sólo de network, sino de una cadena que despierta tantos bostezos como CBS; ‘The Good Wife’. Esta cadena es la auténtica reina de las audiencias en los canales en abierto en Estados Unidos, pero su perfil de espectador suele ser de mayor edad que el que interesa principalmente a los anunciantes y sus series más exitosas son casi todas procedimentales, lo que da muy poco glamour.

Sin embargo, desde hace cuatro temporadas, CBS puede presumir de tener en ‘The Good Wife’ una serie que los críticos sitúan a la altura de los grandes tótems actuales del cable, en la que todos los actores quieren aparecer y que es el único drama de network que, de momento, se cuela entre las categorías importantes de los Emmy. Y todo eso, la serie lo ha conseguido apostando por personajes complejos y tridimensionales y tramas que se mueven en un terreno ético y moral muy gris, además de lograr un equilibrio no siempre fácil entre los casos de la semana y las historias serializadas que estén contándose esa temporada. Es decir, que la creación de Robert y Michelle King es el tipo de serie que las networks hacían antes para las diez de la noche, y que han prácticamente abandonado.

Más de lo que parece

‘The Good Wife’, además, siempre ha sido así, desde su mismo piloto. La primera escena de la serie, con Peter Florrick dando aquella rueda de prensa para afrontar su escándalo sexual, y Alicia de pie a su lado, ya nos estaba indicando que la serie no era exactamente lo que parecía a simple vista. No es sólo ‘otra serie de abogados’, frase con la que es descartada con demasiada frecuencia. ‘The Good Wife’ va construyendo a sus personajes y sus tramas capítulo a capítulo, sobre detalles y conversaciones en las que las miradas y las sonrisas (o falta de ellas) tienen casi más importancia que las palabras, y los hace evolucionar. El ejemplo más claro es, evidentemente, Alicia Florrick, que hace tiempo que superó la calificación de “buena esposa” del título.

Las luchas internas por el poder en Lockhart & Gardner (capitaneadas casi siempre por eso enorme David Lee), las dudas éticas que le plantea a veces defender a clientes que probablemente sean culpables de crímenes que la asquean, las maquinaciones de relaciones públicas de las campañas políticas de su marido, sus complicados sentimientos hacia Will Gardner y hacia su propio marido… Todo esto ha ido contribuyendo a que viéramos otras facetas de Alicia y a que, con el paso de las temporadas y los cambios de peinado, la hayamos visto ganar más seguridad en sí misma y más independencia, a la vez que se va convirtiendo en una jugadora cada vez más hábil del juego de tejemanejes políticos que es el sistema judicial de Chicago y, en parte, su propia vida. Porque ese es otro tema muy interesante de la serie, el modo en el que resulta casi imposible mantener separadas tu vida profesional de la personal, y los problemas que eso conlleva.

Elegante y divertida

Aunque Alicia sea la gran protagonista, y los King le hayan entregado a Julianna Margulies un personaje “bombón”, como dicen a veces los actores, ‘The Good Wife’ no se olvida de rodearla de una colección de secundarios en cuyo desarrollo se pone el mismo cuidado que en la construcción de su protagonista. La relación entre los dos socios principales del bufete, Will Gardner y Diane Lockhart, es sumamente interesante (es casi como un matrimonio muy casto, muy aficionado al whisky y centrado en los negocios), y el modo en el que se nos presenta también a otros como Cary Agos o Kalinda Sharma (la más hermética y, al mismo tiempo, más transparente de todos) muestra bien a las claras cómo la serie se acuerda de que tiene un amplio banquillo que utilizar. Por supuesto, no nos olvidamos de una de sus principales virtudes, que es el gran uso que hace de los actores invitados. Pocas series actuales pueden presentar perfectamente un personaje episódico en sólo dos pinceladas de una escena, y que sepamos enseguida qué tipo de persona es y si nos cae bien o no.

‘The Good Wife’, además, es una serie con un estilo visual muy característico, mucho menos convencional de lo que parece. Sus tomas muy simétricas de ciertos detalles, la elegancia con la que la cámara se mueve por los pasillos del bufete o el modo en el que se queda en los personajes, dejando que sus caras hablen por sí mismas, forman parte de esa dirección elegante y sutil, muy acorde con el tono de la serie, y que también es una experta en ser muy explícita sin estar enseñando en realidad nada (sobre todo en lo referente al sexo). Pero hay otro aspecto que a veces pasa desapercibido cuando se habla de ‘The Good Wife’, y es que es muy divertida, y no sólo gracias a sus jueces peculiares al estilo de ‘Ally McBeal’. Las geniales risas de Margulies y de Christine Baranski son el envoltorio de las siempre divertidas maquinaciones de David Lee, o de los casos de Elsbeth Tascioni, o de los momentos en los que Eli Gold se ve superado por las circunstancias. ‘The Good Wife’ tiene mucho sentido del humor, y también sabe rectificar cuando alguna trama no funciona y nunca pierde de vista lo realmente importante en cualquier serie, los personajes. Este tramo final de la cuarta temporada la está confirmando como uno de los mejores dramas de la televisión americana actual, así, sin añadirle más adjetivos. Hay vida más allá de Don Draper.

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