En esta cuarta temporada, empezaron con unos pocos episodios en los que casi todo encajaba a la perfección, para seguir después con otros un poco más descompensados. Han contado con algunos invitados especiales que, en general, han estado bien utilizados, desde James Franco y su graciosa fijación por las almohadas anime, a Julianne Moore y un exagerado acento de Boston o Elizabeth Banks dando vida a una presentadora de un programa político muy conservador y muy gritón, y también han acertado en algunas subtramas, como la rivalidad entre Jenna y Danny, el nuevo actor de TGS. Otros chistes (muchos de los de Tracy últimamente) están menos logrados.
Sin embargo, conviene recordar que ’30 Rock’ siempre ha sufrido de esta irregularidad. Sus primeros capítulos no funcionaban bien como un todo hasta que no vieron que el ancla del show tenía que ser la pareja Jack-Liz, y luego disfrutaron de un tramo en la segunda temporada repleto de capítulos grandiosos (como el de Greenzo). Los baches son habituales en las comedias y, en general, en cualquier serie de televisión, y cuando se llega a la cuarta temporada, es normal que algunos aspectos necesiten una renovación.
Pero una cosa hay que reconocerles. En todos los capítulos, incluso los menos flojos, hay un gag que merece la pena, y de lo que llevamos de temporada, aunque ha habido algunos realmente conseguidos, debo decir que mi favorito es la grabación de la cabecera de ‘Dealbreakers’, el talk show de Liz Lemon que luego no llega a ninguna parte. Entre la incomodidad de Lemon ante la cámara y el chiste con la cámara de alta definición, ha sido uno de los puntos álgidos de toda la parrilla de la NBC. Porque aunque no siempre acierten, ’30 Rock’ sigue siendo una gran comedia, no para todos los públicos, pero estupenda.